Hoy me apetece compartir con vosotros una carta que ha aparecido éstos días entre mis papeles. Una especie de montañita que tengo al lado de mi mesa de trabajo, no muy estética por todo lo que acumulo pero llena de pedacitos de papel importantes para mí.
Allí por ejemplo guardo las entradas de todos los conciertos y espectáculos a los que voy. Las tarjetas navideñas que cada año nos envía el director del orfanato en China donde mi hija mayor pasó sus primeros ocho meses de vida, increíble pero cierto… Los trabajos que cada año me hacen las peques por el día de la madre, cartas, notas con un valor especial, etc…
Entre toda esa deliciosa maraña encontré la carta que hoy os traigo. A mí me la dio un gran amigo mío hace ya algún tiempo. Él la tenía en su mesa de trabajo, al lado de las cosas importantes. Yo la vi y él la compartió conmigo. A mí me encantó y creo que el protagonista de la historia, ese «niño» que plasma esas palabras nos da una pequeña lección a todos los padres del mundo.
No sé quién la escribió, así que espero que mi publicación no les importe ni al autor ni a mi amigo, claro… 🙂
Yo, con mucho cariño la comparto con todos vosotros.
CARTA DE UN HIJO A TODOS LOS PADRES/MADRES DEL MUNDO:
- No me des todo lo que pido. A veces sólo pido para ver hasta dónde puedo coger.
- No me grites. Te respeto menos cuando lo haces y además me enseñas a gritar a mí también y yo no quiero hacerlo.
- No me des siempre órdenes. Si en vez de órdenes me pidieras las cosas, lo haría más rápido, mejor y más a gusto.
- Cumple las promesas, buenas o malas. Si me prometes un premio dámelo, hazlo también si es un castigo que me merezco.
- No me compares con nadie. Especialmente con mi hermano o hermana. Si tú me haces sentirme mejor que los demás, alguien va a sufrir. Y si me haces sentirme peor que los demás seré yo quien sufra.
- No cambies de opinión tan a menudo sobre lo que debo hacer. Decide y mantén esa decisión.
- Déjame valerme por mí mismo. Si tú lo haces todo por mí, nunca podré aprender.
- No digas mentiras delante de mí. Ni me pidas que las diga por tí, aunque sea para sacarte de un apuro. Me hace sentirme mal y perderé la fe en lo que me dices.
- Cuando hago algo malo, no me exijas que te diga el porqué lo hice. A veces ni yo mismo lo sé.
- Cuando estás equivocado en algo, admítelo y crecerá la opinión que tengo de tí, y me enseñarás a admitir mis equivocaciones también.
- Trátame con la misma amabilidad y cordialidad con que tratas a tus amigos. Porque seamos familia no quiere decir que no podamos ser amigos también.
- No me digas que haga una cosa que tú no haces. Aprenderé siempre lo que tú hagas, aunque no me lo digas.
- Cuando te cuente un problema mío, no me digas «no tengo tiempo para bobadas», o «eso no tiene importancia». Para mí si la tiene. Trata de comprenderme y ayudarme.
- Y QUIÉREME y DÍMELO. A mi me gusta oírtelo decir, aunque tú no lo creas necesario.
Yo no tengo dudas de que todos nuestros pequeños reciben ese mismo cariño que está pidiendo éste niñ@ universal. Aún así, al encontrarme con la carta en mis manos me ha parecido interesante enseñárosla por si no la conocíais.
Espero que os haya gustado y ojalá se consiga que todos los niños del mundo disfruten de éstos mismos derechos fundamentales.
En unos días en los que por desgracia, nos encontramos con muchos casos en el que los niños son maltratados incluso por sus propios padres.
Por eso, hoy os traigo con mucha humildad, una «Receta para la vida» que espero que os haya gustado más aún que el mejor pastel del chocolate del mundo.
¡¡¡Mmmmmmmm…!!!
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